La zona central de Chile ha sido reconocida mundialmente como uno de los “puntos calientes” o hotspot del planeta. Se trata de territorios donde hay una gran variedad de especies endémicas y que además se encuentran en peligro de extinción. Particularmente la V región tiene una alta concentración de estas especies. Es por esto que consideramos importante conocerlas y valorizarlas en tanto patrimonio natural, además de difundir la necesidad de su conservación y protección. Creemos que el traslado de la flora a piezas de joyería es una potente metáfora acerca de la valoración que merece el patrimonio natural como un tesoro local. Ya el sólo hecho de traducir una forma vegetal frágil y de vida fugaz a metales nobles que perpetuarán su singularidad, es una primera analogía que nos permite abordar el concepto de patrimonio. El desarrollo de las formas dentro de una figuración mimética o realista pretende también acercar a todo tipo de público a especies que pueda identificar, reconocer y atesorar como propias. Creemos que a partir de ese reconocimiento del entorno es posible armar una cultura local, un saber colectivo que construya la identidad de una comunidad y que, por ello, traiga consigo una mayor responsabilidad para conservar especies que muchas veces están en situación de riesgo, escasez o extinción.
Esta colección consta de piezas en su mayoría únicas que fueron realizadas a través de la exploración de distintas técnicas de joyería, en su generalidad están hechas de plata 950 con esmalte de vidrio fundido al horno; algunas de ellas tienen también engaste de piedras y oro.
En esta pieza se puso el foco en rescatar la delicadeza de los pétalos creando curvas orgánicas en el metal a través del forjado, repujado y cincelado, y añadiendo luego una textura sutilmente satinada que da la sensación de liviandad. Para que se apreciara la forma de sus pistilos se realizó una especie de disección botánica quitando uno de los pétalos para ver el interior de la flor. Por otro lado, se representaron los contrastes de colores con el blanco de los pétalos y el verde de las hojas, que además tiene sus vetas yrelieve característicos, logrados a partir del forjado.
Para homologar la forma de las flores se crearon sus pétalos parecidos a una estrella, los que luego se doblaron en las puntas. El centro de la flor fue realizado con la técnica detallado en cera y se agregaron a los lados flores cerradas, hechas con la misma técnica. Al centro se soldaron pistilos de oro, asemejando el momento de la flor en que se encuentran de este color.
Para el Lahue se homologó la forma de sus tres pétalos exteriores e interiores. A través del grabado se dibujaron sutilmente sus vetas y posteriormente fueron esmaltados en dos tonos de violeta. Para el color del centro se usaron piedras, en el caso de los tres pétalos interiores fueron engastadas amatistas con granas y para el centro un citrino engastado con grifas.
Se rescató la forma de la hoja a través del grabado, el calado y el cincelado. Esta última técnica fue fundamental ya que permitió darlos relieves golpeando con martillos y cinceles por el reverso de la pieza. Por otro lado, se realizaron florcitas pequeñas a través de la técnica de tallado en cera, que luego fueron bañadas en oro y puestas en una cadena para generar racimos. Finalmente, con el esmalte de color verde transparente se logró dar el color a la hoja, pero dejando que aún se apreciaran sus líneas y relieves.
El azahar del quisco fue la única flor que se decidió llevar a la forma de un anillo. Esto debido a que su composición permite crear una pieza importante y estética, manteniendo medidas que puedan ser usadas en los dedos. Para realizar esta pieza primero se crearon dos medias esferas, las cuales fueron soldadas en el centro para generar una sola bola, a esta parte se soldó una estrella de cinco puntas que asemeja la parte superior de la flor. Esta fue cincelada en la parte cercana al centro. Finalmente, en el medio de la flor se preparó todo para engastar en forma de grifa un citrino que asemeja el color que toma su parte central.
A través del calado y el cincelado, se rescató la particular forma de las hojas de este árbol, haciendo que fuera el contorno del collar. El color de las hojas se logró con esmalte verde transparente. Desde el centro dela pieza, cuelgan tres flores hechas en plata a través de la técnica de tallado en cera. Con el grabado se dio textura al capullo de la flor que se ve más rugoso y a través del esmalte fue posible alcanzar el color morado de los pétalos, para mostrar el contraste entre las partes de la flor.
Fue un desafío lograr la forma de los pétalos de esta orquídea, primero fue necesario interpretar cuál era la forma de los pétalos en plano, para luego calarla y finalmente forjar la pieza con punzones y martillo para llegar a generar sus pliegues característicos. Para conseguir crear las manchas de color verde de sus pétalos, se realizaron perforaciones en dirección a las puntas, que fueron rellenadas con esmalte verde oscuro. Finalmente, para homologar el centro se realizó un cajón cónico en el que se engastó una piedra de color verde.
En esta especie la idea fue rescatar sus racimos de flores, para esto se construyeron cinco flores, hechas en dos capas cada una. A través del forjado se dio el leve bombeado de sus pétalos y con grabado se dibujaron sus líneas. Para imitar su color morado oscuro se añadió una capa de esmalte y finalmente todas las flores se pusieron en un alambre de plata. Éste fue cubierto por otro alambre enrollado, haciendo alusión al carácter de enredadera la planta. La hoja, si bien no tiene relieve esta vez, tiene dibujadas sus vetas con buriles en metal y fue esmaltada de color verde transparente.
En este caso la idea fue rescatar la disposición de las flores de esta especie. Para ello se construyeron en metal sus flores de cuatro pétalos. Y se creó una estructura de metal que sirvió de guía para montarlas. Finalmente, cada una de ellas fue grabada realizando un pequeño dibujo en el centro interior de sus pétalos donde posteriormente se esmaltó con un color morado transparente que deja ver las líneas.
En el caso del quillay se rescató la forma particular de su flor. Creando sus diferentes capas con distintas láminas de metal. Para generar sus formas orgánicas y circulares se limaron los bordes de cada una de sus partes. El centro fue grabado con pequeñas granas para asemejar la textura rugosa de esta parte de la flor, mientras que las varas externas fueron grabadas con el buril mil líneas que ayuda a dar la textura de suave satinado. Luego se pusieron vástagos de oro para las dos corridas de pistilos y finalmente se esmaltó la pieza en distintos tonos de verde para resaltar la diferencia entre las diferentes partes de la flor.
Para esta especie se decidió representar fielmente la forma tan particular de su flor, generando dos corridas de pétalos, respetando sus formas y diferencias de tamaños. La primera está compuesta por cuatro pétalos y la segunda por dos que sobresalen hacia adelante. En este caso, en vez de dar el color con el esmalte, los diferentes tonos de la flor fueron dados con dibujos en el metal con distintas líneas y puntos del buril.
Para esta pieza, se rescató la forma y relieve de su flor. De esta manera se crearon tres capas de pétalos, cada una con 12 pétalos de más grandes a más pequeños, todos grabados con el buril mil líneas que permite quitar un poco de peso al metal suavizando su dureza. Los pistilos se realizaron con vástagos de oro que fueron soldados en el centro de la flor.
Para el clavelillo la idea fue rescatar la simpleza de sus formas. Es por esto que se creó una joya solamente con una de sus flores, compuesta de cuatro pétalos calados. Para dar la textura de los pétalos se utilizó una fresa diamantada que permitió crear esta apariencia esponjosa de sus flores, finalmente en centro se soldó un grano de oro.
Al igual que la Mariposita del campo, en esta pieza se rescataron las formas y ondulaciones de sus pétalos. Se crearon dos capas de pétalos, que fueron dibujados en primera instancia en plano, para luego ser calados y forjados hasta alcanzar sus formas y pliegues. Los distintos tonos de las flores fueron representados a través del grabado a buril, que, dibujando distintos tipos de líneas logra mostrar las diferencias de color entre sus partes.
Para caracterizar la flor de Huille primero se dibujó su contorno en plano, luego este fue calado en el metal y posteriormente se repujaron con cinceles sus pliegues en los bordes de cada pétalo . Luego se soldaron al centro tres varas de oro que representan sus pistilos y finalmente la pieza se esmaltó en los tonos de la flor con blanco al centro y morado en los bordes.
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